Muchas veces he pensado que la fotografía es como la buena música, parecida a esa que escuchamos con agrado porque nos permite volver a encontrarnos con ese mundo de la irrealidad que son los recuerdos.
Escuchamos una melodía y recuperamos, por instantes, la presencia de algo que una vez fue. Vemos una fotografía y otra vez el pasado vuelve, como la revelación de una fantasía. Creo que esto debe ocurrir por la estrecha vinculación que ambas experiencias de los sentidos tienen con el tiempo, con ese indefinible y eterno misterio que mueve la vida de los seres y las cosas.
Algo similar nos puede suceder con el libro Mirando el tiempo que resiste, cuyas imágenes nos devuelven la existencia de momentos y lugares de una geografía familiar. Una geografía espiritual y humana captada con la mirada del afecto, del ojo amante y avezado que la recorre una y otra vez, andando por caminos y pueblos, en ese apasionado oficio de la vida que es la fotografía.
Se ha dicho que las imágenes hablan por si mismas y creo que este libro de Alexis Pérez Luna lo confirma. Son imágenes directas de una realidad muy nuestra, que se nos sugieren como un capitulo de una amena narración visual que podemos ver y a la vez sentir, como en la música, el placer de volver a ver y escuchar. Fotografìas de la vida y para la vida como experiencia existencial.